En realidad, no es necesario complicarse tanto. Aunque a veces podamos estar ciegos ante la percepción de que ayudar es igual a entregar dinero a alguien, quiero que sepas que esa no es ni la única, ni la mejor forma de hacerlo.
Cada persona, puede y debe ayudar a los demás dentro de su zona o área de influencia, es decir, a las personas con las que te relacionas directamente.
Es por ahí en donde debe empezar la caridad y la solidaridad. ¿De qué puede servirte que dones un millón de dólares a una comunidad de niños, si maltratas y explotas a la gente que trabaja para ti?(esto si fueses dueño de una pequeña, mediana o gran empresa) Es irónico, ¿verdad?; sin embargo ocurre a menudo esta situación. Nos desvivimos por donar grandes cantidades de dinero (ya que al parecer es la forma más visible de decir: “estoy ayudando”), mientras que las personas que se relacionan directamente con nosotros reciben un mal trato, o no son consideradas.
Puedes empezar por tu casa, con la persona encargada de las labores domésticas, con tus vecinos, con el que barre las calles, con la señora del mercado, etc. ¿Te das cuenta cuántas personas tienen contacto directo contigo?… y por otro lado, ¿a cuántas de ellas has brindado una sonrisa, un “gracias” o un “por favor”?
Empieza a generar el cambio hacia un mundo mejor, desde donde te mueves y transitas. Las personas a las que ves, escuchas contigo están esperando ser reconocidas, motivadas y comprendidas. Imagina que todas las personas trabajen de esa forma. El cambio en el mundo sería favorablemente positivo.
En la casa y comunidad, trata bien a las personas, agradéceles por el trabajo realizado. En la oficina o centro de labores, se solidario, enseña lo que sabes, comparte. El secreto de la felicidad no se mide por cuánto se tiene, sino por cuánto se da.
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